sábado, 12 de agosto de 2017

LOS MEJORES

"Sé tan bueno que los demás no puedan ignorarte"

Francisco Alcaide


Hace mucho tiempo que quiero leer Aprendiendo de los mejores de Francisco Alcaide. Sin embargo, por unas cosas u otras o por unos libros u otros, he ido aplazando la lectura. Quizás era porque intuyo que este libro me gustará y me jode que se terminen los libros que me gustan. 

Finalmente he decidido leerlo la semana que viene en la montaña, donde voy de vacaciones, ligero de equipaje y con Aprendiendo de los mejores en la mochila.

Para abrir boca y para que no me pase eso de entristecerme cuando termino un buen libro, he empezado a leer Aprendiendo de los mejores por el Epílogo; en donde el autor sintetiza los Diez rasgos de las personas que consiguen resultados.

Como dijo Alcaide en su intervención en el Congreso Nacional de Recursos Humanos que se celebró en Madrid el 24 de octubre de 2012 y en el cual ganó la medalla de oro al Mejor Blog de Recursos Humanos y Desarrollo Personal: "Existe un error habitual, y es pensar que las personas que consiguen resultados, digamos 'excepcionales', que a muchas personas les gustaría lograr, son gente 'especial' y dotada de talentos innatos, o bien son personas a las que la naturaleza ha señalado como los elegidos. No es así. Son gente como cualquier otra persona, pero que sí aglutinan una serie de características. Y lo más importante es que estas características están al alcance de todos."

Estos son los Diez rasgos de las personas que consiguen resultados. Me piro al monte. A la vuelta, seguiré aprendiendo de los mejores, persiguiendo infatigablemente conseguir resultados y compartiendo mis historias inmobiliarias en el blog del carbasses. A puto tope!!!

1. Son personas que tienen claras sus metas.
2. Son personas de acción.
3. Son personas disciplinadas.
4. Son personas que no pierden el foco.
5. Son personas que tienen paciencia.
6. Son personas que ponen la responsabilidad en ellos mismos.
7. Son personas que tienen una fuerte determinación.
8. Son personas mentalmente sanas.
9. Son personas que se mueven en entornos adecuados.
10. Son personas que tienen una actitud de mejora continua. 

sábado, 5 de agosto de 2017

AGALLAS!

Mientras crecía oía la palabra genio muchas veces. 
Siempre era mi padre el que la sacaba a relucir. Le gustaba decir sin ninguna razón: "¡No eres un genio!, ¿sabes?" Soltaba este comentario en medio de la cena, en las pausas de los anuncios de Vacaciones en el mar o después de dejarse caer en el sofá con el Wall Street Journal
No me acuerdo de mi reacción. Quizá fingía no oírlo. 
Los pensamientos de mi padre solían girar en torno a los genios, los talentosos y en si fulanito tenía más cosas que menganito. Le importaba mucho lo inteligente que él era. Lo inteligente que su familia era. 
Yo no era el único problema. Mi padre tampoco creía que mi hermano ni mi hermana fueran unos genios. Según su vara de medir, ninguno de sus hijos le llegaba a Einstein a la suela del zapato. Por lo visto se había llevado una buena decepción con nosotros. Le preocupaba que esta desventaja intelectual limitara lo que pudiéramos llegar a ser en la vida. 
Hace dos años tuve la suerte de recibir una beca MacArthur, conocida también como "beca otorgada a la genialidad". No te presentas como candidata a una beca MacArthur. Ni les pides a los amigos ni a los colegas que te nominen para que te la concedan. Es un comité secreto formado por grandes eminencias en tu especialidad el que decide si estás realizando una labor importante y creativa. 
Cuando me llamaron de pronto para comunicarme la noticia, mi primera reacción fue de agradecimiento y sorpresa. Luego pensé en mi padre y en su áspero diagnóstico sobre mi potencial intelectual. No se equivocó. No me concedieron la beca MacArthur por ser mucho más inteligente que mis colegas psicólogos. En realidad, mi padre tenía la respuesta correcta ("No, no lo es") a la pregunta equivocada ("¿Es ella un genio?") 
Transcurrió casi un mes entre la llamada y el anuncio oficial. Aparte de a mi marido, no me permitieron decírselo a ninguna otra persona. Me dieron tiempo de sobra para reflexionar sobre la ironía de la situación. La niña a la que le habían dicho hasta la saciedad que no era un genio acabó ganando una beca por serlo. Se la concedieron por haber descubierto que aquello que alcanzamos en la vida depende más de nuestra pasión y perseverancia que de nuestro talento natural. Desde entonces ha reunido diversas titulaciones otorgadas por universidades sumamente exigentes, pero en tercero de primaria no obtuvo la puntuación requerida para acceder a las clases de los niños superdotados. Sus padres, pese a ser emigrantes chinos, no le dieron un sermón sobre la salvación mediante el trabajo duro. Rompiendo los estereotipos, no sabe tocar una sola nota de piano ni de violín. 
La mañana en que anunciaron las becas MacArthur, me dirigí al apartamento de mis padres. Ya se habían enterado de la noticia, al igual que varias "tías" mías, que me llamaron un detrás de otra para felicitarme. Cuando por fin el teléfono dejó de sonar, mi padre me dijo girándose hacia mí: "Estoy orgulloso de ti". 
Podía haberle respondido muchas cosas, pero me limité a decirle: "Gracias, papá". 
No tenía ningún sentido remover el pasado. Sabía que de verdad estaba orgulloso de mí. 
Con todo, una parte de mí quería volver atrás, a cuando era niña, y decirle lo que ahora sabía. 
Le hubiera dicho: "Papá, me dijiste que no era un genio. No voy a rabatírtelo. Conoces a un montón de gente mucho más lista que yo". Me lo imaginé asintiendo con la cabeza, dándome la razón con expresión grave. 
"Pero quiero que sepas que llegaré a amar tanto mi trabajo como tu amas el tuyo. No será simplemente un empleo, sino una vocación. Me plantearé desafíos cada día. Cuando la vida me golpee, volveré a levantarme del suelo. Tal vez no sea la persona más inteligente de la habitación, pero intentaré ser la más apasionada y perseverante"
Y si aún me estuviera escuchando, añadiría: "A la larga, papá, quizás el grit; es decir la pasión y la perseverancia, cuente más que el talento"
Todos estos últimos años he estado reuniendo las pruebas científicas que demuestran mi punto de vista. Es más, sé que el grit cambia, no siempre es el mismo, y mi investigación me ha revelado cómo desarrollarlo. 
Este libro resume todo cuanto he aprendido sobre el grit. 
Cuando terminé de escribirlo visité a mi padre. Le fui leyendo cada frase a lo largo de los días, capítulo a capítulo. Durante la última década ha estado luchando con el párkinson y no estoy totalmente segura de hasta qué punto lo entendió. Aun así, parecía escucharme atentamente y cuando terminé de leérselo, se me quedó mirando. Después de lo que me pareció una eternidad, asintió con la cabeza una vez. Y me sonrió.

Antonio Camacho ganó, el pasado mes de junio, el Premio de Marketing de Inmociónate con la campaña Street Marketing de la inmobiliaria Comprarcasa Iniesta, en la que trabaja, en Murcia. Tras recibir el premio, me acerqué timidamente a él y le felicité. Le felicité porque, aparte del atractivo de su campaña de marketing, me fascinó la presentación de Antonio. Tenía todos los atributos de una gran presentación: emoción, humor, pasión y humildad. Desde entonces, nos hemos hecho amigos. Anoche estábamos hablando de cómo conseguimos las cosas que nos proponemos. 

Y le dije: "¡Lee GRIT!"  

Las líneas de más arriba son el prólogo de GRIT (el poder de la pasión y la perseverancia) de Angela Duckworth. Si las has leído, entenderás a lo que me refería cuando le dije a Antonio: "¡Lee GRIT!"

miércoles, 2 de agosto de 2017

NO ES LA EXCLUSIVA

"Yo he preferido hablar de cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado"

Silvio Rodríguez


Casos y cosas.

A finales de junio me llamó N. porque tenía en venta una casa en Calafell, le estaba costando venderla y un vecino de su ciudad le dijo que hablara conmigo, que él había vendido su piso con ImmoBan y estaba muy satisfecho.

Hablé con N. por teléfono y me contó que hacía seis meses que tenía la casa en venta en tres agencias sin ningún tipo de contrato, claro, porque ella no quería "atarse" (¿¡atarse!?) a una exclusiva. Le dije que yo solo trabajo en exclusiva y le conté, rápidamente, que en 2009 impulsé un proyecto de cooperación en Calafell y que, en la actualidad, un 90 por ciento de las agencias locales cooperábamos en la venta de las viviendas. A continuación, le pregunté en qué dirección estaba su casa, cómo era y a qué precio la estaba intentando vender. Me lo contó y le dije que tenía la casa 50.000 euros por encima de su valor de mercado. No le hizo ninguna gracia, es normal. Para terminar me preguntó cuál era el porcentaje de mis honorarios. Le contesté y me dijo que las otras agencias le cobraban un punto menos. En nada de lo que hablamos nos pusimos de acuerdo, pero le dije que no se preocupara, que continuara un mes más con esas agencias, que leyera mi blog para conocerme un poco más (siempre recomiendo leer mi blog para que la gente me conozca, para eso lo escribo) y que, si me lo permitía, la llamaría a finales de julio para saber si había mejorado la comercialización o había conseguido vender la casa.

A finales de julio, como prometí, la llamé de nuevo. Estaba más receptiva. Me pidió que, por favor, fuera a ver la casa porque quería hablar conmigo personalmente.

Fui encantado a conocer a N. Vi la casa y me reafirme en que su valor era inferior al precio que había fijado. Me contó los motivos por los cuales quería vender y luego, para mi sorpresa, me confeso que, no solo había leído el blog, sino que había googleado mi nombre en Google y había cotilleado todas las movidas inmobiliarias en las que ando metido. Y no solo eso. También me contó, de nuevo para mi sorpresa, que hacía unos días se encontró con la vecina de la casa de enfrente, con la que hacía tiempo que no se veía, y que ésta le preguntó cómo le iba la venta. Al decirle que mal, la vecina le dijo que su hijo conocía a un inmobiliario que seguro que le vendia la casa. Llamaron por teléfono al hijo y les dió mi nombre. ¡El mundo es un pañuelo y la gente es la hostia! (coincidimos en decir a la vez N. y yo).

En fin, todas estas circunstancias hicieron que N. me escuchara y me contratara. Me encargó la venta de su casa (en exclusiva, por supuesto), puso el precio que le aconsejé y subimos un punto los honorarios.

También le recomendé que llamara a las tres agencias que tenían la casa "en venta" y que les dijera el nuevo precio de la casa, los nuevos honorarios y que me había contratado en exclusiva y que yo estaría encantado de compartir mis honorarios con cualquiera de ellas si aportaban un comprador.

¡Y entonces recibí otra sorpresa!

Al cabo de unos días me llamó la gerente de una de esas inmobiliarias y me dijo que ellos no cooperaban y que le había quitado una casa y encima habíamos bajado el precio, firmado una exclusiva y subido los honorarios.

Le contesté con mucha tranquilidad que yo no les había quitado nada porque no tenían nada. Además, a mí me habían venido a buscar porque jamás llamo a nadie. Y que ahora tenía una casa vendible, con un encargo, que podía ofrecer a sus compradores y cobrar prácticamente lo mismo que habría cobrado si le vendía ella con la ventaja de ahorrarse el trabajo con el vendedor. Y por último le dije que, en lugar de enfadarse conmigo, lo que tenía que hacer era una autoreflexión. 

No es la exclusiva, es la elección de los clientes y es la elección de los agentes. ¡Eso es!